Por Luisa Valenzuela.
En esa casa los venden al por mayor y de todos los tamaños y calidades. La venta al detalle no se realiza en parte alguna quizá porque para matar el tiempo resulta imprescindible matar mucho tiempo. La mira telescópica o el sutil rayo láser para matar un minuto o dos de tiempo se hacen totalmente prescindibles porque quién, pregunto, ¿quién no ha sabido sacrificar sus momentos más valiosos en aras de una guiñada o de un simple suspiro? (las cosas que hay que ver, las cosas que hay que oír y todo lo que nos distrae de nuestro empeño).
Y también están aquellos asesinos consumados que matan horas y horas con una simple abúlica sonrisa. La sonrisa es una de las mejores armas para matar el tiempo, siempre y cuando se aprenda a dejarla quieta y como suspendida en una nada dentro de la cual no flota pensamiento alguno. La sonrisa no se consigue en los negocios de venta de artefactos contra el tiempo, lo que sí se consigue es la nada, piezas enteras de una nada espumosa, sosegante, en la que uno puede dejar flotar la mente y olvidarse del tiempo.
Así como la nada, existen mil otros productos contra el tiempo, pero no debe pensarse que el tiempo se deja matar así nomás; nada de eso. El tiempo se defiende a muerte de la muerte, y nos suele poner en esas coyunturas en que cada minuto vale oro, y después nos esquiva el bulto y se nos pasa volando. Difícil resulta apuntar con precisión a un tiempo que corre a la velocidad del rayo y que para colmo es inasible, invisible, inodoro, insalubre, indoloro y elástico.
De ahí la pluralidad de armas y los inventos que a diario se ponen en vigencia para lograr el milagro porque ¿quién no quisiera tener como trofeo en su escritorio una porción de tiempo embalsamado? Cazadores de tiempo hay a montones: gente siempre dispuesta a la inactiva misión de matar el tiempo o pescarlo con trampas.
Sólo resulta necesario tomar en cuenta que las armas para este fin son siempre de doble filo y en más de una oportunidad se vuelven contra el usuario.
Aunque con armas o sin ellas ¿no? uno puede pasarse casi toda la vida matando alegremente el tiempo sin tomar en cuenta que en última instancia el tiempo gana siempre la partida y tarde o temprano acaba por matarlo a uno.
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