La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola. Tenía manos, pero no tenía a quién tocar. Tenía boca, pero no tenía con quién hablar. La vida era una, y siendo una era ninguna.
Entonces el deseo disparó su arco. Y la flecha del deseo partió la vida al medio, y la vida fue dos.
Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse también.
Eduardo Galeano
Espejos: una historia casi universal
2 comentarios:
Desde estos lugares, mas bien recónditos que iluminados, de ésto que llamamos "la vida", celebro tu blog y tus publicaciones. Muestran un alma sensible, fresca, anhelada en éstos tiempos de impersonalidad. Deseo en vos una buena vida, y de paso, feliz año siguiente. El equilibrio siempre esta, aunque no lo veamos. Nos vemos, y saludos a tu hermosa familia, y a la que vas a formar. Besos.
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