lunes, 19 de octubre de 2009

Más Girondo...LA ESPERA.

Todos, siempre, esperamos algo. La esperanza, entonces, se transforma en un motor que nos permite seguir adelante a pesar de todas aquellas cosas que nos dicen que no, a tanto sueño forjado en nuestra alma. Hay quienes creen que debemos vivir sin esperanzas para que la vida así nos sorprenda. Tal vez funcione...en los casos en que la vida nos regala ráfagas de alegría. Pero creo que es vital y urgente, mantener la esperanza en aquellos casos en que la vida es una mujer indiferente. Creo que la esperanza, es una de las formas de la resistencia. Creo que la esperanza es una de las formas de la rebelión. Creo que la esperanza es una de las formas de creen en que la justicia, está allí...adelante...esperando.
Los invito a leer a Don Oliverio Girondo. Espero que lo disfruten tanto como yo... se lo dedico especialmente a aquellos que tienen en mí puesta alguna esperanza...y sobre todo les pido que me recuerden que debo esperar cuando las esperanzas se me pierdan...

Esperaba,
esperaba
y todavía
y siempre
esperando,
esperando
con todas las arterias,
con el sacro,
el cansancio,
la esperanza,
la médula;
distendido,
exaltado,
apurando la espera,
por vocación,
por vicio,
sin desmayo,
ni tregua.


¿Para qué extenuearse en alumbrar recuerdos
que son pura ceniza?
Por muy lejos que mire:
la espera ya es conmigo,
y yo estoy con la espera...
escuchando sus ecos,
asomado al paisaje de sus falsas ventanas,
descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre,
ante sus chimeneas,
sus muros desolados,
sus rítmicas goteras,
esperando,
esperando,
entregado a esa espera
interminable,
absurda,
voraz,
desesperada.


sólo yo...
¡Sí!
Yo sólo
se hasta dónde he esperado,
qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios;
con qué ardor,
y que fiebre
esperé
esperaba,
cada vez con más ansias
de esperar y de espera.


¡Ah! el hartazgo y el hambre de seguir esperando,
de no apartar un gesto de esa espera insaciable,
de vivirla en mis venas,
y respirar en ella
la realidad,
el sueño,
el olvido,
el recuerdo;
sin importarme nada,
no saber qué esperaba:
¡siempre haberlo ignorado!;
cada vez más resuelto a prolongar la espera
y a esperar,
y esperar,
y seguir esperando
con tal de no acercarme
a la aridez inerte,
a la desesperanza,
de no esperar ya nada:
de no poder, siquiera,
continuar esperando.




Oliverio Girondo

No hay comentarios: