Hay cosas extrañas, es verdad. Lo que nunca me resulta extraño es el cariño de Ignacio, un muy querido amigo. Una nueva muestra la comparto con uds. un bellísimo poema a mí dedicado.
Nunca hemos bailado. Es más, nunca nos hemos mirado a los ojos. Sin embargo, no dudo de que existe entre nosotros una gran amistad y tus constante signos de lealtad lo demuestra.
A pesar de las dificultades de comunicación, hija del pesar de los pesares, siento que nuestro diálogo no se ha terminado y que los códigos que caracterizan nuestra comunicación siguen vigentes.
Cercanos al día del amigo, agradezco a la vida que me haya brindado un amigo como voz.
Nuevamente gracias y comparto con el resto de mis amigos este bellísimo poema.
COSAS EXTRAÑAS.
Para Sandra Pecora
Si pudiéramos bailar al son de una triste
canción, recordaré que en algún momento
será la muerte quién como tú, reclinará su cabeza
sobre mi hombro.
Cómo me antojo de ti y de la noche, pero qué
larga será esa otra noche que con pena
te menciono, mientras hoy suena la extraña
música de la vida.
Las palabras, como las flores se marchitan, pero
hoy como una flor brilla en color tu nombre.
Mas la noche extraña a la luna, que no nos vio
amar en la plenitud de la noche y del canto.
Llené mis manos de pétalos y de arena
destinados al eterno abismo y en el aro de tú
cintura palpita y baila la vida y yo te sigo
muriendo de amor, muriendo de deseo
…muriendo.
Yo quisiera que la magia de tu música durara
siempre, pero sé que luego de su alegría
vendará la infinita soledad de tu anunciada
ausencia.
Y serás rio, y serás mar y serás olas
y al final… la elipse fatal del tiempo.
Pero ahora eres música, y baila la vida,
y me llamas al son de esta extraña alegría.
Ignacio
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