lunes, 4 de agosto de 2008

Agua como luz.


Al final de la laguna seca donde ya casi ni la vista alcanza, aparece un puntito luminoso que se va dilatando. Se va dilatando el puntito luminoso y usted entiende que a lo lejos, por las grietas de la tierra reseca, está surgiendo un destello plateado como agua para lavarlo/a. Agua mercurial rellenando las grietas para usted, para sus abluciones, agua para despegarle las costras de barro que se le han ido pegando con los años.
Las grandes lluvias no sirven para eso. Con las grandes lluvias la laguna sólo se convierte en gigantesco lodazal -más barro para su propio barro -y usted descubre que nunca lloverá lo necesario para aplacar la inaplacable sed de las grietas. La tierra chupa hasta la última gota de lluvia, la corrompe, y usted sabe que de arriba nunca caerá nada que limpie.
Entonces, si usted ya ha atravesado alguna vez la laguna seca hasta llegar al agua, si usted ya sabe de la risa cristalina del agua, podrá volver a hacerlo una vez más y acercarse al puntito luminoso. En cambio si usted no tuvo antes el coraje necesario para atrevesar la laguna seca, no podrá hacerlo ahora: la valentía es un hábito.
Luisa Valenzuela

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