PALABRAS QUE NOMBRAN LA VIDA.
- A ver…seamos claros. Necesito horas. Palabras que le hayan dicho. Para hacer una denuncia debe haber datos claros.
Las palabras del policía volvían a hacer resonar en Roxana los gritos y la violencia recibida. Volvió al pasado. Esos gritos…cada uno de ellos era un golpe duro y paralizante. No podía moverse, estaba parada en medio de la pieza de sus hijos. Estaba parada en la pieza de sus hijos y todos la miraban como preguntándole. Estaba parada en la pieza de sus hijos y todos la miraban como preguntándole que pasaba y ella no podía ni responder ni moverse. Su cabeza giraba y giraba a mil revoluciones. Roberto paró de gritar y salió al patio. Ella solamente les dijo a los chicos que se quedaran tranquilos que se acostaran que ya volvía…Tomó coraje simplemente para pedirle que no tuviera esos arranques frente a los chicos…pero todo fue peor. Ahora tenía un huracán frente a su rostro cada vez más cercano y una tormenta de truenos que la hacían temblar…
-No te acerques…
-Vos tenés la culpa, vos te tenés que ir de acá…-más y más junto a ella, más y más amenazante.
-No te acerques… casi repetido automáticamente, como un mantra invocando calma.
-Te los voy a quitar. Andate con el otro pero sola. Puta…puta…
-No te acerques…- daba pasos hacia atrás para poder entrar en su casa.
-Ya no sos mi mujer y diga lo que diga el juez esta es mi casa y estos son mis hijos.
-No te acerques…-ya débil y solo pensando…me mata…me mata…
Pudo cerrar la puerta del patio. Corrió a encerrarse a su pieza al tiempo que trataba de calmar a los chicos diciéndoles que se acostaran, que ella tenía que hablar por teléfono, que estaba todo bien… aguantaba el llanto pero no podía evitar el temblor y el miedo a la muerte. Se encerró en su pieza y caminaba como un animal enjaulado. ¿Qué hacer? Pensó en llamar a sus padres pero eso sería una imprudencia porque vendrían y Roberto se pondría más violento…necesitaba escuchar alguna voz que la calmara…
Lo llamó a José…ella lo amaba y confiaba en él…Sabía que estaba muy lejos pero necesitaba escucharlo, aunque sea con palabras de cariño, sentirse amada, protegida…contenida…algo que la rescatara de esa muerte que empezaba a sentir…temía que la mataran…y también quería morir…
-Quedate tranquila le dijo. Tomate un vaso de agua y andá a dormir…no va a pasar nada. Estás segura de que no vuelve. Bueno…entonces dormite….
Eso fue todo…ni una palabra de afecto…tampoco la llamó más tarde, ni al otro día, ni nunca, le soltó a mano…
Cortó el teléfono y seguía recorriendo el cuarto ¡Dormite!... ¿y si vuelve? ¿Y si me pega dormida?...No…tranqui, es un cobarde no volverá.
Se sentó en su cama conta la pared. Juntó las piernas sobre sus rodillas y se balanceaba como una niña. Poco a poco trató de dormirse y lo hizo en posición fetal. Después, despertó…fue pidió ayuda a su familia…psiquiatra…pastillas…ese miedo ante el menor grito la perturbaba…y no podía darse ese lujo con cuatro chicos.
-Entonces-insistió el agente- ¿Me va a decir cuándo fue o no?
Roxana casi vuelve a caer en ese embudo obsesivo pero una mano cálida y firme se posó sobre su hombro y le dijo que no se olvidara de destacar que lo había visto en actos violentos, pegándole a la madre por ejemplo. No era lo que le había dicho, sino cómo. Ya no estaba sola.
Una mano contenía su caída.
Miró de frente al policía, lo tuteó enfáticamente para que se diera cuenta que le había perdido parte del respeto.
- ¿Vos entendés, lo que es que casi 100 kilos te griten en la cara y te amenacen, aunque sea con gestos, sin palabras específicas? ¿Te imaginás la cara de mis hijos ante esa escena? ¿No te parece suficientemente amenazante?
¿Palabras?... ¿Horas? ¿Eso querés? Perfecto, te doy palabras: tengo miedo. Te doy horas: ahora mismo 22.15. Hacé lo que quieras.
Sin un gesto contra preguntó: -¿por qué no llamó al 911? Íbamos de inmediato.
Súbitamente Roxana comprendió que era inútil todo gesto humano en ese ser. Trató de recordar el día, la hora y algunas palabras. Se sintió nuevamente torturada. Firmó la declaración torturada y culposa. Sí, con culpa. La apenaba denunciar a su ex… a alguien a quien amó…aunque todo haya terminado…encima sentía culpa… Leyó la declaración. La firmó tranquilamente. Se paró dio media vuelta y salió tranquila.
En la puerta Gabriel la esperaba. La miró con muchas miradas juntas: comprensión, contención, cariño, dolor, vergüenza ajena por el ex, José, el policía, le tomó la mano y le dijo:
-Bienvenida al mundo real.
Tomó coraje. Pensó en sus hijos, en los alumnos a los que enseñaba a denunciar, a defender sus derechos, a denunciar abusos. Ahora debía decirle que insistan pero que no olviden una coraza en contra la brutalidad y la incomprensión.
Pensó en la vida…pensó en su vida…en las veces que quiso terminarla…
-¿Sabés qué? –dijo firme y clavando la vista en su amigo- Todavía tengo palabras para seguir nombrando a la vida. Me han quitado muchas cosas...pero no mis cinco palabras…que son como dedos de una mano que me rescata cada vez que caigo: Marisa, Belén, Romina, Augusto y mi Rosa custodia.
Sus hijos y su amor…palabras que nombran a la vida…
-Avanti! Morocha .Que nadie está muerto.
Salió más triste, más comprensiva, más valiente y dispuesta a dar batalla.
La Negra.
- A ver…seamos claros. Necesito horas. Palabras que le hayan dicho. Para hacer una denuncia debe haber datos claros.
Las palabras del policía volvían a hacer resonar en Roxana los gritos y la violencia recibida. Volvió al pasado. Esos gritos…cada uno de ellos era un golpe duro y paralizante. No podía moverse, estaba parada en medio de la pieza de sus hijos. Estaba parada en la pieza de sus hijos y todos la miraban como preguntándole. Estaba parada en la pieza de sus hijos y todos la miraban como preguntándole que pasaba y ella no podía ni responder ni moverse. Su cabeza giraba y giraba a mil revoluciones. Roberto paró de gritar y salió al patio. Ella solamente les dijo a los chicos que se quedaran tranquilos que se acostaran que ya volvía…Tomó coraje simplemente para pedirle que no tuviera esos arranques frente a los chicos…pero todo fue peor. Ahora tenía un huracán frente a su rostro cada vez más cercano y una tormenta de truenos que la hacían temblar…
-No te acerques…
-Vos tenés la culpa, vos te tenés que ir de acá…-más y más junto a ella, más y más amenazante.
-No te acerques… casi repetido automáticamente, como un mantra invocando calma.
-Te los voy a quitar. Andate con el otro pero sola. Puta…puta…
-No te acerques…- daba pasos hacia atrás para poder entrar en su casa.
-Ya no sos mi mujer y diga lo que diga el juez esta es mi casa y estos son mis hijos.
-No te acerques…-ya débil y solo pensando…me mata…me mata…
Pudo cerrar la puerta del patio. Corrió a encerrarse a su pieza al tiempo que trataba de calmar a los chicos diciéndoles que se acostaran, que ella tenía que hablar por teléfono, que estaba todo bien… aguantaba el llanto pero no podía evitar el temblor y el miedo a la muerte. Se encerró en su pieza y caminaba como un animal enjaulado. ¿Qué hacer? Pensó en llamar a sus padres pero eso sería una imprudencia porque vendrían y Roberto se pondría más violento…necesitaba escuchar alguna voz que la calmara…
Lo llamó a José…ella lo amaba y confiaba en él…Sabía que estaba muy lejos pero necesitaba escucharlo, aunque sea con palabras de cariño, sentirse amada, protegida…contenida…algo que la rescatara de esa muerte que empezaba a sentir…temía que la mataran…y también quería morir…
-Quedate tranquila le dijo. Tomate un vaso de agua y andá a dormir…no va a pasar nada. Estás segura de que no vuelve. Bueno…entonces dormite….
Eso fue todo…ni una palabra de afecto…tampoco la llamó más tarde, ni al otro día, ni nunca, le soltó a mano…
Cortó el teléfono y seguía recorriendo el cuarto ¡Dormite!... ¿y si vuelve? ¿Y si me pega dormida?...No…tranqui, es un cobarde no volverá.
Se sentó en su cama conta la pared. Juntó las piernas sobre sus rodillas y se balanceaba como una niña. Poco a poco trató de dormirse y lo hizo en posición fetal. Después, despertó…fue pidió ayuda a su familia…psiquiatra…pastillas…ese miedo ante el menor grito la perturbaba…y no podía darse ese lujo con cuatro chicos.
-Entonces-insistió el agente- ¿Me va a decir cuándo fue o no?
Roxana casi vuelve a caer en ese embudo obsesivo pero una mano cálida y firme se posó sobre su hombro y le dijo que no se olvidara de destacar que lo había visto en actos violentos, pegándole a la madre por ejemplo. No era lo que le había dicho, sino cómo. Ya no estaba sola.
Una mano contenía su caída.
Miró de frente al policía, lo tuteó enfáticamente para que se diera cuenta que le había perdido parte del respeto.
- ¿Vos entendés, lo que es que casi 100 kilos te griten en la cara y te amenacen, aunque sea con gestos, sin palabras específicas? ¿Te imaginás la cara de mis hijos ante esa escena? ¿No te parece suficientemente amenazante?
¿Palabras?... ¿Horas? ¿Eso querés? Perfecto, te doy palabras: tengo miedo. Te doy horas: ahora mismo 22.15. Hacé lo que quieras.
Sin un gesto contra preguntó: -¿por qué no llamó al 911? Íbamos de inmediato.
Súbitamente Roxana comprendió que era inútil todo gesto humano en ese ser. Trató de recordar el día, la hora y algunas palabras. Se sintió nuevamente torturada. Firmó la declaración torturada y culposa. Sí, con culpa. La apenaba denunciar a su ex… a alguien a quien amó…aunque todo haya terminado…encima sentía culpa… Leyó la declaración. La firmó tranquilamente. Se paró dio media vuelta y salió tranquila.
En la puerta Gabriel la esperaba. La miró con muchas miradas juntas: comprensión, contención, cariño, dolor, vergüenza ajena por el ex, José, el policía, le tomó la mano y le dijo:
-Bienvenida al mundo real.
Tomó coraje. Pensó en sus hijos, en los alumnos a los que enseñaba a denunciar, a defender sus derechos, a denunciar abusos. Ahora debía decirle que insistan pero que no olviden una coraza en contra la brutalidad y la incomprensión.
Pensó en la vida…pensó en su vida…en las veces que quiso terminarla…
-¿Sabés qué? –dijo firme y clavando la vista en su amigo- Todavía tengo palabras para seguir nombrando a la vida. Me han quitado muchas cosas...pero no mis cinco palabras…que son como dedos de una mano que me rescata cada vez que caigo: Marisa, Belén, Romina, Augusto y mi Rosa custodia.
Sus hijos y su amor…palabras que nombran a la vida…
-Avanti! Morocha .Que nadie está muerto.
Salió más triste, más comprensiva, más valiente y dispuesta a dar batalla.
La Negra.
2 comentarios:
Al leer el ralato se generan muchas sensaciones, ninguna de felicidad, que creo, es la intención del mismo. Por lo que literariamente me parece excelente, elocuente, y conciso. Bronca, tristeza, deseos de justicia. Gracias, Negra, por compartir una vez mas tu arte, que es una forma de canalizar la mierda de estos días. En lo personal, sólo tengo palabras personales. Saludos.
olas profe soy martinez maria belen de la eem n 17 esta mui interesant y mui linda su pag
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