Los hombres somos unas caja llena de sorpresas y contradicciones. Estamos poblados de luchas interiores que nos tironean. Constantes encrucijadas nos convocan y exigen que optemos.
Peor aùn es para aquellas almas sensibles, esos espìritus inquietos que sienten siempre la necesidad de evolucionar. Seres estèticos, artìsticos.Ellos saben que el arte mas elevado es siempre revolucionario. Porque molesta e impone movernos, cambiar, caminar, salir de las estructuras que nos oxidan.
Pero màs allà de cualquier otra revoluciòn ellos saben que la revoluciòn fundamental es revolucionarse.
Aùn asì, ninguna revoluciòn es eterna, la vida tiene una dialèctica interior que lleva a que una revoluciòn se "institucionalice" y deje de ser innovaciòn; entonces, es el momento de volver a revolucionarse, de avanzar.
Nadie està obligado a aceptar estas reglas de juego. Pero si queremos apostar a màs, a nuevas formas, no debemos quedando donde estamos.
Hay dos frases casi jactansiosas que inducen a errores parecidos:
-Yo siempre soy el mismo.
-Siempre hacemos lo nuestro, no necesitamos cambiar, es nuestra identidad.
Noticia: la identidad es parte de la vida y la vida es dialèctica y evoluciona. Si no trabajamos dàndole vida a nuestra identidad, la terminamos matando, convirtièndola en una pieza de museo y con ella nosotros atràs como orgullosos guardianes del pasado.
Pero para esto se necesita hombre y mujeres que no se vendan a las comodidades de los mediocres que solo saben durar pero no vivir.
Crecer no es sentar cabeza es apoyarnos en algo firme para preparar el nuevo salto.No olvidemos estos versos del Nano:
"No me pidas que no piense
en voz alta por mi bien
ni que me suba a un taburete
si quieres probarè crecer..."