Milan Kundera en su novela "La insoportable levedad del ser" muestra como hay historias que son producto de casualidades. Pero tan tramposas son que basta que una de ella falte para que la historia no se de o no se cumpla. Yo estoy transitando por las maravillas de una experiencia similar. Viviendo un sueño que comenzò en una nube de casualidades que fueron llamando a otras y asì un dìa me encontrè besada por un sol infinito al coro del mar que con su voz y sus aromas coronò el inicio de mi fàbula, de mi cuento, de mi poema...que no es solo mio..es de a dos. El poema que comparto a continuaciòn formò parte de esas casualidades que lograron unir como dirìa el Gran Pablo "dos corazones que aunque distintos van caminando a su pesar, nuevamente se tendràn que buscar". Mi paz, mi luz, la ternura que me vino a salvar , me regalò estos versos.
Ésta vez
No somos los mismos, los de antes están sepultados
Somos otros fantasmas ésta vez, mas perniciosos.
Algunos sueños confluidos se evaporan en una nube viajera.
Se elevaron desde tanta lágrima herida, de tanto pasado.
Hoy descubro en vos nuevas coordenadas atrapantes.
Me aferro sin embargo a la cintura de tus sueños,
Me oculto entre los olores libres de tus cabellos deseados.
Dibujo trazos ondulantes sobre los surcos de tu mano de ángel,
Me abrazo infinitamente pequeño a tus labios anhelados.
Un silente pacto reaparece en nuestras miradas.
Una palabra tuya se escapa desde tanta distancia contenida.
Y vuelve a acariciarme allí donde mi pecho te resguarda,
Para calmarme, milagrosa, una sed con la que aprendí a convivir.
Una lluvia redondea ésta idea de amarte.
Nos empapa acuciante y auspicia un recuerdo.
Nos desnuda de tanto cansancio y alimenta nuestras raíces.
Sus gotas recorren caprichosos senderos sobre tu rostro mojado.
Entonces tengo ganas de beberte refrescante,
De secar tus lágrimas en un abrazo estrujante,
De cubrir el frío de tu corazón solitario,
De liberarte, de proteger tu cansancio.
Nosotros no somos los mismos, jamás volveremos a serlo.
Pero por fortuna, hay cosas que siempre estarán.
La lluvia, se va y se devuelve, nos envuelve y absuelve
Tanta soledad escrita.
Entonces vuelvo a creer en el amor ascendente.
El de reconocerse en las miradas,
El de nuestras manos selladas,
El de nuestras presencias cotidianas.
El que nos devuelve la certeza de que juntos podemos ser eternos.
Fernando Guilla
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